Cuando Friedrich Hegel vio pasar desde su ventana a Napoleón Bonaparte montando en caballo blanco después de su victoria en la batalla de Jena, el filósofo alemán exclamó » he visto montando a caballo el espíritu del mundo».

En su filosofía Hegel sostenía que el espíritu del mundo se sirve de hombres que él llama héroes para realizar cambios epocales que han de llevar a la humanidad a una fase sucesiva, superando el viejo modelo para trascender a uno diferente, porque el paso del tiempo y la evolución del mundo así lo exigen.

Aquel acontecimiento se adapta como una analogía al momento histórico que en estos días está viviendo El Salvador; después de 30 años de gobierno en un sistema bipartidista al que se puede llamar período post guerra, el pueblo salvadoreño vive una euforia política en la que un nuevo líder encarna el espíritu del pueblo.

En los años 80s fue fundado el partido de extrema derecha ARENA, el cual surgió de las cenizas de las viejas dictaduras militares que durante siglos tuvieron el país sumergido en el subdesarrollo y la injusticia social. Desde su fundación la alta dirigencia ha mantenido todas las características de una organización criminal que ávidamente a sabido emposesarse de los poderes del Estado para usarlos como el martillo con el que un juez emite su sentencia contra todo aquel que se oponga a sus intereses personales.

Por la otra parte está el partido de izquierda FMLN, que nació como coalición de los cinco grupos insurgentes que protagonizaron la sangrienta guerra civil, que durante 12 años azotó al país como un vendaval de calamidades dejando como resultado alrededor de 75,000 muertos y millares de desaparecidos, e hizo retroceder el país aún más su ya atrasado desarrollo económico y social.

Cuando en 1992 se decretó el fin del conflicto armado, el FMLN se integró a la vida política del país como antagonista del partido ARENA , que en esos años estaba en el gobierno con absoluta hegemonía. Después de 20 años de gobierno del partido de derecha el FMLN llegó al poder y el pueblo empezó a soñar.

El partido de izquierda gobernó diez años y el pueblo salvadoreño perdió lo último que un ser humano puede perder: la esperanza.

La trayectoria social y económica del país era un salto en el vacío, como una piedra que nunca deja de caer, al punto de considerar mejores los años de la guerra civil; la ola de violencia alcanzó niveles que superan la imaginación de las mentes más perversas, hasta obligar a los ciudadanos al huir en masas de ese infierno que un tiempo fue su casa, con la esperanza de encontrar por lo menos el purgatorio en el país norteamericano gobernado por el ultraderechista Donald Trump.

El recién pasado tres de febrero Nayib Bukele ganó las elecciones presidenciales poniendo fin al bipartidismo después de tres décadas de política arcaica y estéril.

La candidatura del nuevo presidente fue una carrera de obstáculos y golpes bajos de parte de la izquierda y la derecha, que se le aplican solo a un adversario que se teme y quizás la razón sea porque encarna el espíritu del pueblo, que lucha por su emancipación, su libertad, por rescatar la dignidad que desde los tiempos de la colonia le fue usurpada, pisoteada, escarnecida.

El perfil político del nuevo mandatario es como de un mediador entre la izquierda y la derecha y su principal característica es la conciencia social; quienes lo eligieron parece ser que están cansados de los colores de las banderas, porque han entendido que de nada sirven las filosofías políticas cuando carecen de espíritu de servicio.

Las guerras napoleónicas dejaron como resultado el fin de las monarquías y del feudalismo, para dar paso a las repúblicas y a la democracia. Por ahora no sabemos qué resultados tendrá El Salvador con el nuevo gobierno, pues deberá enfrentar luchas titánicas ante una oposición mayoritaria y adversa; se espera que la realidad política tome un rumbo diferente, hacia el progreso, la igualdad de derechos y oportunidades, donde la conciencia social pueda levantar bandera y vaya quedando atrás la conducta delictiva y corrupta de los funcionarios que hasta hoy a destacado en la política salvadoreña.

Por ahora solo sabemos que los ciudadanos han recuperado la esperanza y que en Nayib Bukele ven encarnado el espíritu del pueblo…..un pueblo que vuelve a soñar.

ALEJANDRO LÓPEZ

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