El mes de mayo tiene varias celebraciones, algunas de ellas son de carácter religioso como el día de la cruz o la advocación a la Virgen de Fátima, y, como símbolo de madre, también se conmemora el día de la madre, y cada país lo celebra en diferentes días. Pero, ahora nos atañe otro tema que tomará parte de este escrito. El día de la cruz.

Esta es una festividad religiosa, históricamente hablando, por el sincretismo y transculturización que tuvo la América Hispana al llegar los españoles a poblar. Tomemos en cuenta que, a la llegada de los peninsulares y castellanos, aunque muchos vinieron con el afán de conseguir riquezas, eran muy pocos para imponer una cultura, un sistema de creencias o un estilo de vida. Eso se fue dando conforme pasaron los siglos y el tiempo.


Aunque se piense que nuestros países, algunos al menos, perdieron su identidad cultural del todo, y otros la mantuvieron viva, la verdad, según historiadores, durante el periodo “colonial”, lo pongo entre comillas porque se ha demostrado que Hispanoamérica no fue colonia, fueron virreinatos, capitanías generales, provincias, protectorados, el término colonia vino de los ingleses y franceses que efectivamente tuvieron colonias donde el 95 por ciento de la población nativa desapareció, fue diezmada, los que quedaron lucharon para mantener sus tierras y cayeron en batalla, y los pocos que han quedado, fueron puestos en reservas viviendo en condiciones infrahumanas.


Al ver la historia del cristianismo, cuando el movimiento inició, no tenía tradiciones propias, y adoptó las ceremonias y celebraciones paganas amalgamándolas en una sola creencia. De allí surge la celebración de la navidad, por ejemplo, o la advocación que ahora nos ocupa.


La historia de este día se remonta al siglo IV, cuando se construyó la Basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén, en el proceso de construcción, los cristianos enfrentaron muchos desafíos y dificultades, por lo que se dice que colocaron una cruz en el lugar para protegerse de los peligros y obtener la bendición divina. De allí el uso de la cruz como un amuleto protector.


En El Salvador, la conmemoración del día de la cruz es una tradición muy florida. Muy en lo profundo, era la celebración al dios Xipe Totek de la cultura nahua – pipil – que así fueron llamados por los Tlaxcaltecas que vinieron aliados por Pedro de Alvarado durante la exploración y conquista de Kuskatan -. Los patios de muchas viviendas y entidades públicas y privadas son adornados con una cruz hecha del conocido árbol de jiote. Las cruces están rodeadas de frutos como mangos, naranjas, jocotes, mandarinas, papayas, sandías, piñas, mamones, coyolitos y otros, con lo cual se forma un altar. Esto hace referencia a agradecer a Dios por las bendiciones recibidas y pedirle prosperidad y abundancia. Ambas tradiciones, la española que recuerda la travesía de Santa Elena buscando la cruz donde fue crucificado Cristo y la tradición nativa donde ambas se fusionan para un mismo fin.


El árbol de jiote es una planta nativa de El Salvador, que se descascara con el paso del tiempo. Este árbol era el símbolo representativo del dios Xipe Tótek, o mejor conocido como el dios desollado. Que, de acuerdo a la tradición tolteca que nos vino a El Salvador a través de los nahuas – pipiles, ya que estos fueron una estructura o fracción que bajó hasta lo que hoy se conoce como República de El Salvador.


El mito de Xipe Totec menciona que es el dios de la regeneración, del maíz y la guerra, de la primavera y la nueva vegetación, por ende, es considerado dios de la fertilidad y patrono de los orfebres. De acuerdo al panteón tolteca y mexica, este era uno de los cuatro Tezcatlipocas, hijos de Ometecuhlti y Omecihuatl, y hermano de Huitzilopochtli o Tezcatlipoca azul, Quetzalcoatl o Tezcatlipoca blanco, al Tezcatlipoca negro, y Xipe Totec que era el Tezcatlipoca rojo, los cuatro dioses creadores y cada uno representa a los cuatro puntos cardinales (Xipe Totec el este, Huitzilopochtli el sur, Quetzalcoatl el norte y Tezcatlipoca el sur).


Por supuesto, como símbolo, independientemente de su aspecto que, en la actualidad lo podemos ver grotesco, puede significar el soltar, la renovación, el ser humano tiene el deber de estarse renovando, liberarse de miedos, ataduras, inhibiciones, tabúes y volver a renovarse. Eso lo representaban con los sacrificios y rituales que se le hacían, que, al verlos con la mentalidad actual, diríamos que eran sanguinarios cuando para ellos, en su momento, era un ritual de renovación.

Claudia Figueroa

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