Por Mauricio Funes (Presidente de El Salvador de 2009 a 2014)

Nunca he sido muy de la idea de hacer comparaciones y menos cuando el objeto de comparación tiene que ver conmigo.
Pero en esta ocasión me parece importante para efectos de análisis y mejor comprensión de lo que está pasando en el país y de lo que puede venir en el futuro, comparar la gestión de Nayib Bukele con la de mi gobierno y destacar sus profundas y abismales diferencias.


Lo hago además porque son las dos administraciones más populares de los últimos años y también porque aún hay gente que cree que Bukele nunca debió ser expulsado de las filas del partido y que si eso no hubiera ocurrido la situación interna del FMLN sería diferente en estos momentos.


Para colmo, tanto propios como extraños en la izquierda salvadoreña y latinoamericana consideran que Bukele es un Presidente de Izquierda, siendo que no lo es y nunca ha sido un político ni empresario de izquierda.
En cambio, mi gobierno sí fue un gobierno de izquierda, el primero en la historia política del país.
Fue un gobierno con un claro énfasis en lo social y que priorizó el mejoramiento de las condiciones de vida de la población, especialmente de la más pobre del país.


Esto se vio reflejado en el Presupuesto Público y en los más de 20 programas sociales que impulsamos hasta dejarlos plasmados en una Ley que garantizaba su sostenibilidad financiera en el tiempo.
No es la sumisión o identificación con una ideología lo que hace a una gestión gubernamental de izquierda o de derecha. Son los énfasis que un gobernante y su equipo de trabajo ponen en el quehacer público lo que la definen como tal.


A diferencia del gobierno que arrancó en el 2009, el de Bukele ha sido desde un principio un gobierno de derecha, por más que se haya vendido como un líder que tiene y desarrolla un proyecto político de izquierda.
No cabe duda que venderse como político de izquierda fue un elemento articulador de su campaña presidencial para el 2019 y que le permitió conquistar la casi totalidad del voto progresista en detrimento del FMLN.
El hecho de haber militado en el FMLN desde el 2012 y de haber sido alcalde del Frente en Nuevo Cuscatlán y en la capital, le permitió figurar como un político de izquierda.


Para el caso, celebró en las redes sociales el aniversario del nacimiento del guerrillero Ernesto “Ché” Guevara y respaldó el triunfo electoral de Hugo Chávez en Venezuela así como el desarrollo social en Cuba.
Con frecuencia se enorgullecía de la antigua amistad de su padre, Armando Bukele Kattán, con el líder emblemático de la izquierda salvadoreña, Shafick Handal.


En cada acto del partido vestía sin reparos, al igual que su familia y amigos cercanos, la camiseta roja del FMLN. Y en una ocasión hasta llegó a decir que “el FMLN era mil veces mejor que ARENA” y que nunca suscribiría un proyecto de derecha.


Sin embargo, al final de su mandato como Alcalde de San Salvador comenzó a modificar su discurso y llegó a criticar a las dos gestiones de gobierno del FMLN, sobre todo la segunda, la de Sánchez Ceren.


Dijo que ambos gobiernos nos habíamos dedicado a administrar el Neoliberalismo y que solo habíamos buscado el beneficio económico de la dirigencia del partido, pasando por alto en su crítica que quién realmente había burocratizado y mercantilizado al FMLN hasta convertirlo en un instrumento de acumulación de riqueza, al igual que la derecha oligárquica, había sido su mentor político, financista y aliado político y empresarial, José Luis Merino.
Con frecuencia tenía expresiones como estas:


“En el FMLN no gobierna Sánchez Ceren, gobierna una especie de poli buró del que forman parte los ex comandantes de la Guerrilla. Son ellos los que toman las decisiones y no el Presidente”
Lo curioso es que nunca identificó a Merino como parte de esa “argolla” que tomaba las decisiones en el partido y por ende en el gobierno.


Decía también: “Funes sí fue Presidente a diferencia de Sánchez Cerén pero fue un mal Presidente que no hizo nada en beneficio de los pobres”.
Su consigna electoral más frecuente fue: “El dinero alcanza cuando nadie lo roba” en referencia al manejo de los recursos públicos que según Bukele habían sido malversados por los dos gobiernos del FMLN, sin excepción.
Agregaba a su pertinaz descalificación: “Los responsables de los males del país son los mismos de siempre”, en clara alusión a las dirigencias políticas de ARENA y el FMLN, las que consideraba que actuaban por igual.
Finalmente y aprovechando la expulsión de finales del 2017 terminó corriendo por el partido GANA, siendo que unos años antes había dicho que jamás sería candidato de un partido político de la derecha.


Ya una vez convertido en Presidente no sólo modificó su discurso sino que comenzó a gobernar en sentido contrario a como había ofrecido que lo haría.
Su primera visita al exterior como Presidente electo fue a la sede del principal tanque de pensamiento de la derecha conservadora de EEUU, la Heritage Foundation, cuyos miembros fueron atraídos por su discurso claramente neoliberal y conservador.


Una de sus primeras decisiones fue cerrar una docena de Programas Sociales y desfinanciar otros diez más, con lo cual violaba la “Ley de Desarrollo Social” que mi gobierno impulsó y logró su aprobación a finales del 2012.
Desmanteló todo el equipo de funcionarios y profesionales que por diez años había trabajado en el desarrollo social del país y en el impulso de estrategias de reducción y combate de la pobreza en la Secretaría de Inclusión Social, en la Secretaría Técnica, en el FISDL y en los Ministerios de Salud y Educación.


Eso explica el aumento de la pobreza extrema en estos cinco años de Bukele.
El mismo gobierno acepta en sus estadísticas oficiales que la pobreza extrema aumentó en el país y que son varias decenas de miles de nuevas familias que han entrado a formar parte de los cinturones de pobreza en el país.
Se encuentra a pocas semanas de terminar su primer mandato presidencial y nunca promovió la Reforma Fiscal Progresiva que dijo que impulsaría ya en el gobierno.


Con lo cual no sólo dejó de afectar los intereses y el patrimonio de los 160 millonarios que concentran más del 90% del ingreso nacional, sino que en la práctica renunció a la promesa de combatir los poderes fácticos del país y de que su gobierno no respondería a los grupos oligárquicos.
Lo más probable es que acabe cediendo a las presiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) y aumente el IVA, recorte el gasto social, elimine algunos subsidios y despida a decenas de trabajadores públicos.


Un gobierno de izquierda habría mantenido los Programas Sociales y les habría asegurado su sostenibilidad financiera.
Con una correlación favorable en la Asamblea Legislativa como la que ha tenido desde Mayo del 2021 habría aprobado una Reforma Fiscal Progresiva, donde paga más impuestos el que más ingresos tiene.
Mi gobierno y la bancada Legislativa del FMLN intentamos aprobar una reforma progresiva bajo ese mismo espíritu de que paga más el que tiene más, pero nunca tuvimos la correlación necesaria en la Asamblea para hacerlo.


Los acuerdos políticos que logramos con algunos partidos de derecha como GANA, PCN y PDC no incluían temas sensibles como el de los impuestos o la eliminación de privilegios para los grupos empresariales oligárquicos del país.
Estos partidos aseguraron en parte la gobernabilidad al no trabar las “carretas” , pero jamás se atrevieron a cuestionar los privilegios de la derecha oligárquica.
Lo que se hizo y se avanzó fue a iniciativa del Ejecutivo.
Por el contrario, los obstáculos los encontramos en las fracciones de derecha, sobre todo ARENA.
Sin dejar de mencionar que tanto la Corte Suprema de Justicia como la Fiscalía General de la República estaban también en manos de la derecha oligárquica.


Pese a estos obstáculos y tropiezos, el primer gobierno del FMLN alcanzó avances importantes en materia económica y social, incluso en política exterior.
Abrimos relaciones con Cuba y mantuvimos una posición digna e independiente frente a los intentos del imperialismo norteamericano por hacer valer sus intereses en la región.
Logramos reducir la pobreza y la brecha social entre ricos y pobres.
Reducimos el déficit fiscal y el bajo crecimiento económico que heredamos.
Ejecutamos una política de endeudamiento responsable.
La Deuda Externa creció a menos de la mitad de lo que ha aumentado en estos 5 años de gobierno.
Combatimos el despilfarro y promovimos la investigación de emblemáticos casos de corrupción de gobiernos anteriores.


Llevamos a cabo un ejercicio público transparente y sin secretismos.
No toleramos el compadrazgo, el amiguismo y el nepotismo en el nombramiento de los funcionarios de gobierno.
Esto implicó un cambio en la forma tradicional de hacer política, característica del partido ARENA que gobernó los 20 años anteriores.
Protegimos y garantizamos los derechos de las mujeres, los niños y niñas, la comunidad LGTBI y los pueblos originarios.


Nadie puede cuestionar la importancia y relevancia de estas transformaciones estructurales que fueron más allá del populismo y la entrega de dádivas.
Nuestra política social no fue asistencialista y ayudó a reducir la vulnerabilidad en que se encontraban cientos de miles de familias pobres.
Los éxitos de nuestro gobierno superan con creces los pocos avances en materia económica y social del gobierno actual.


Nunca pusimos en riesgo la democracia que se comenzó a construir luego de la firma de los Acuerdos de Paz y tampoco violamos la Constitución y el ordenamiento jurídico del país.
Avanzamos significativamente en el fortalecimiento de la institucionalidad democrática.
Por eso es que no se pueden echar al cesto de la basura todos estos cambios y tampoco minimizar sus impactos, solo por una clara persecución política (Lawfare) y una sistemática campaña de desprestigio impulsada por la derecha oligárquica y sus medios de comunicación afines.


Como dije antes: Si el primer gobierno del FMLN no hubiera sido exitoso y sus políticas públicas y programas de gobierno no hubieran beneficiado a la población difícilmente habría ganado un segundo mandato presidencial, tal como ocurrió con Sánchez Cerén.











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