Por MASAS:
La derecha ha comenzado su campaña, pero no para las próximas elecciones; para bien o para mal, lo del
2021 ya está casi definido y decidido. La derecha ha comenzado su esfuerzo para dar el golpe de estado
al gobierno antes de 2021. La campaña de bocinas y cacerolas no es nueva, hay en el país otros dos
antecedentes similares sobre este tipo de campaña. La primera fue la huelga de brazos caídos que provocó
el derrocamiento del Dictador Maximiliano Hernández Martínez. La segunda, la huelga y protesta al
gobierno del ex presidente José Napoleón Duarte y la tercera la que estamos viendo en este momento
contra el Presidente Bukele.
Los tres fenómenos sociales tiene características comunes: Las protestas se dan en el marco de una crisis
de legitimidad gubernamental, agudeza de la confrontación política, donde sectores sociales vulnerables,
pobres y excluidos comienzan a exigir al gobierno respuesta a sus necesidades de cada época; lo cual fue
y es aprovechado muy hábilmente por la derecha, para montarse y retomar dichas protestas,
acompañadas de sectores de clase media y alta, profesionales conservadores y sectores intelectuales
afines a la derecha y la izquierda.
Hernández Martínez, militar y dictador con pensamiento de derecha, respaldado por militares, la
oligarquía y el gobierno de los EEUU; Napoleón Duarte, Demócrata Cristiano respaldado por militares,
sectores populares (con Duarte aunque no me harte), grupos conservadores de clase media y por el
gobierno de los EEUU; Nayib, de pensamiento liberal respaldado por militares, sectores populares, grupos
conservadores de clase media y por el gobierno de los EEUU. Ninguno fue o es un gobierno de izquierda
y mucho menos, implementó o implementa un programa de gobierno con reformas estructurales a
excepción del gobierno de Duarte que o intentó, pero que lamentablemente fracasaron por la fuerte
injerencia y presión que ejerció la derecha salvadoreña.
Cada uno de estos fenómenos tiene también características muy puntuales de cada época. En el primer
caso, el gobierno de Hernández Martínez se caracterizó por un alto nivel de represión a sectores
populares, la obediencia fiel al gran capital y sectores oligárquicos pero el estilo autoritario que ejerció a
la hora de gobernar y tomar decisiones que incluso llegaron a afectar a los poderosos, llevó a que
sectores de clase media, intelectuales de izquierda y derecha, campesinos y ciertos sectores de derecha
lo derrocaran ante la mirada indiferente y un rol pasivo del gobierno de los EEUU que era su aliado. Todo
esto fue el detónate para que la derecha retomara el poder a través del PRUD y los gobiernos militares
del PCN que estaban al servicio del gran poder económico,
En el caso de Duarte, los altos niveles de represión a sectores populares en el marco de la guerra
perpetrados por el ejército y los cuerpos de seguridad, impuestos sobre el patrimonio, la reforma agraria,
la nacionalización de la banca y el comercio exterior, que tocó los intereses de la oligarquía salvadoreña,
y la percepción ciudadana de un gobierno con altos niveles de corrupción provocaron un desgaste al
gobierno; lo que llevó a que sectores de clase media, intelectuales de izquierda y derecha, campesinos,
el gran sector empresarial y la derecha en su conjunto montaran una protesta cerrando empresas y
paralizando la dinámica económica; no lograron derrocarlo pero fue el detonante para que la derecha
retomara el poder dejado por los gobiernos militares que estaban a su servicio ante la mirada indiferente
y un rol pasiva del gobierno de los EEUU que era su aliado.
En el caso de Nayib, el COVID 19, ha puesto al descubierto nuevamente la vulnerabilidad de amplios
grupos sociales que han sido marginados y excluidos desde siempre por el Liberalismo económico y por
el Neoliberalismo. Estos grupos, han comenzado a presionar para que el gobierno les brinde alimentos
ante la falta de ingresos económicos; esta situación ha sido aprovechada por grupos económicos de
poder, quienes están siendo apoyados por intelectuales de izquierda y derecha, de clase media alta para
desgastar al gobierno y crear las condiciones para un golpe de estado ante la mirada indiferente y un
rol pasiva del gobierno de los EEUU, su aliado. Las protestas, han sido minimizadas y hasta ridiculizadas por funcionarios y seguidores del Gobierno, cosa que nos parece un error de novatos políticos, mostrando
un desconocimiento pleno del poder real de la derecha en el país. El COVID 19 ha puesto en evidencia la
improvisación, la falta de planes para abordar la pandemia; las primeras acciones han sido acertadas, pero
la ejecución de las mismas ha tirado al traste el esfuerzo inicial. La permanente confrontación (no solo en
este momento del COVID) con el resto de poderes de estado y de la institucionalidad en su conjunto,
agravan la situación de país.
Hoy la derecha se reagrupa, valiéndose de la confrontación del gobierno con el sector privado, la
Asamblea Legislativa, la Corte Suprema de Justicia, la PPDHS, FGR, otros gobiernos y hasta con grupos
sociales que lo han respaldado pero que han sido objeto de ataques por no pensar como él en esta
coyuntura. El único “aliado” que le viene quedando es el gobierno de los EEUU, pero es necesario
recordarle al Presidente Bukele que los gringos no tienen amigos, solo intereses; sería muy peligroso
confiar la retaguardia en un aliado que lleva en su “ADN democrático” la responsabilidad de muchos
golpes de estado en América Latina y el derrocamiento de muchos gobiernos a través de guerras
injustificadas, pero si con claros intereses económicos y geopolíticos. Ojalá que la derecha no siga
fortaleciéndose y que esta manifestación no llegue a consecuencias mayores; ya hay antecedentes de los
impactos que este tipo de “protestas pacíficas” han provocado no solo en el país, sino en América Latina.
Frenar este intento está en manos del presidente, quien debería de implementar por lo menos tres cosas
para lograrlo:
1. Retomar el diálogo con los movimientos sociales. Desde que Nayib asumió el gobierno, ha dialogado
con la ANEP, con la Embajada y el gobierno de los EE.UU., con grupos conservadores de derecha como
la Heritage Foundation; pero no ha habido reuniones con los movimientos sociales que fueron un
bastión clave para su triunfo electoral. Ahora bien, este acercamiento y dialogo debe ser transparente
y directo, no con la intención de manipular a las organizaciones sociales como hicieron los gobiernos
anteriores; debe ser un dialogo franco y abierto, no para apoyar exclusivamente a este gobierno, sino
para sacar adelante al país en su conjunto. El dialogo con estos grupos permanece congelado y distante.
En esta coyuntura es clave retomar el acercamiento con el liderazgo social, que puede ser un aliado no
solo para frenar a la derecha en esta coyuntura, sino un actor clave para lo que resta de su gobierno.
2. El gobierno está por cumplir su primer año de gestión, e cual se vuelve una oportunidad para hacer
una revisión de lo hecho hasta el momento; fortalecer la bueno que se ha hecho y corregir de raíz aquello
que no ha estado bien o aquellos funcionarios que no lo están haciendo bien dado sus limitadas
capacidades humanas (empatía particularmente) y técnicas, su escaso conocimiento de la realidad del
país y su incapacidad para dialogar y alcanzar acuerdos con otras fuerzas sociales. Dos elementos serán
claves en esta coyuntura: el cambio de funcionarios y la renovación de buena parte de su gabinete y la
formulación de planes de corto, mediano y largo plazo para reactivar el país posterior a la Pandemia de
COVID 19. Estos dos elementos pueden fortalecer la gestión de gobierno y frenar el intento de la derecha
de querer dar un golpe como el que están orquestando con la “protesta pacífica”.
3. El Presidente tiene que abandonar su zona de confort. El país no se puede seguir gobernando desde
las redes sociales. La gente necesita un presidente cercano, que interactué con la gente de manera
presencial, que salga y conozca las realidades de los grupos sociales del país; solamente de esa manera
podrá tener un mejor conocimiento del país que gobierna y tomar las mejores decisiones en materia de
política pública. No se puede seguir improvisando, ordenando y apagando incendios desde las redes
sociales, se necesita de un presidente más mortal, más accesible a la gente, que la comunicación entre
el gobierno y la gente no sea unilateral o unidireccional, sino cercana y con participación. Un líder que
recorre el país, no solo en campaña, sino en permanente gestión de su gobierno es clave para fortalecer
los lazos y alianzas sociales para un mejor gobierno.
Estos tres puntos son claves, está en manos del presidente y su gobierno implementarlos, más en esta
coyuntura, donde la derecha esta reagrupándose y atacando ferozmente y son los puntos iniciales que
podrían frenar esta embestida disfrazada de “protesta pacífica”.

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