VOX PÓPULI, CONSENSUS, OPINIÓN PÚBLICA
Por RENÉ OVIDIO GONZÁLEZ
Si se trata de política partidista, los involucrados simulan tener a su favor a la opinión pública. Pero, ¿es cierto lo que se afirma? ¿En qué consiste ese fenómeno llamado opinión pública? ¿Significa que todos están de acuerdo? Los juristas romanos de la antigüedad ya hablaban de «vox pópuli», locución que significa literalmente «voz del pueblo». Y se asegura que en la Edad Media, filósofos y hombres de leyes llamaban «consensus» a los movimientos de opinión colectiva.
La opinión de un conglomerado puede adquirir fuerza arrasadora si cumple algunas características en su desarrollo. A veces se confunde a la opinión pública con lo que no es y se utiliza con propósitos mezquinos, no digo maquiavélicos, pues asumo que Maquiavelo ha sido desprestigiado por los medios para lograr sus fines: obtener poder. O mantenerse en él.
Son los medios informativos, o desinformativos ―hay de todos colores y sabores―, que proponen agendas diarias. Ponen y quitan temas. Mientras el público discute el terrorífico discurso presidencial acerca del horrendo virus (este es un tema de agenda), el compinche del expresidente que robó del erario y afectó al pueblo, sale libre de cargos (este no es un tema de agenda) … El público, consciente o inconsciente, sigue aquellas temáticas, bailando al son de la agenda mediática, al difundir, al compartir. De esta manera se forman corrientes de opinión. De orígenes falsos, a veces.
En esta época de influencia cibernética, las redes virtuales juegan un rol decisivo en el juego de la información artificial. A diario, de manera persistente, manejan el pensamiento de los internautas. Conducen corrientes de opinión, engañan a un rebaño indefenso que ansía protección y seguridad. ¿Se puede hacer un concurso para determinar cuál presidente es número uno del mundo? Algunos podrán responder con optimismo: ¡Sí! Ahora digamos: ¿Se ha hecho ya? La respuesta es un rotundo ¡NO!
Pero la red mediática hace afirmaciones al respecto, con sinnúmero de corifeos tras esa idea. Ha creado una corriente de opinión cuya base es una mentira. Es tan insidiosa la influencia, que la selfie de un mandatario se vuelve tendencia, no la fotografía de una inocente niña vietnamita quemada por el napalm.
Ahora, veamos ¿qué es un héroe? Aquí responderá la RAE: m. y f. Persona ilustre y famosa por sus hazañas o virtudes. ¿Y qué tal si esa fama es falsa, fabricada por los medios o las redes virtuales, y en realidad, el que quieren elevar a la categoría de héroe solo hace su trabajo, trabajo que otro, que debió hacerlo, no hizo, o que otros ya habrán hecho antes?
Disculpen, muchá, pero responder preguntas en una interpelación y realizar actos propios de un funcionario, no hace héroe a nadie. Se ha sabido, en tiempo real, de muchas interpelaciones en la Asamblea Legislativa. Ninguna, que se sepa, ha mejorado la vida de los ciudadanos. Todas han sido sin pena ni gloria. Más bien son «reallity shows», circos de mal sabor.
Los ciudadanos debieran reaccionar ante las temáticas. Pocos lo hacen de forma consciente. Muchos van a donde va Vicente (del dicho popular, que va adónde va… casi toda la gente) A otros ni siquiera les interesa la agenda. Son indiferentes. De esta manera se forman corrientes de opinión disparejas. Hay una que domina. Explicado de manera sencilla: hay quienes creen que SÍ (aquí se agregan los que van con don Chente); los que opinan NO, son quienes, no importándoles ser minoría se mantienen allí; Y los indiferentes, que forman una enorme masa de pueblo. A menudo la corriente dominante se atribuye como propia esta masa. Contribuye a ello su silencio.
Pero los políticos olvidan algo: si las opiniones no son expresadas, no constituyen corriente, ni forman parte de la opinión pública. Pero en ese manejo sucio de las percepciones colectivas, dada la conectividad a nivel mundial, se ha pretendido mantener el silencio de la mayoría y, echar a quienes no callan al saco de los que no pesan, los del porcentaje menor. ¿Cómo?
Primero respondamos, ¿qué es una corriente de opinión? Ejemplifiquemos: se filtra información periodística, la compra ilegal de insumos del gobierno a la empresa Tal, propiedad de un funcionario Cuál, a precios sobrevalorados. ¡Un escándalo por el holograma de honestidad que proyectan! Los ciudadanos reaccionan. Los argumentos fluyen. Unos exigen rueden cabezas (es lenguaje figurado), otros solo condenan la compra de influencias (no es lenguaje figurado), y los hay quienes toleran el hecho con base a «si los otros robaron, hoy que roben estos».
Surgen rumores, además, que la empresa Tal tiene vínculos con un pariente del mandamás, pero este hecho fue ocultado por la prensa. El pueblo no lo supo. En este escenario hipotético, se formaron al menos tres corrientes de opinión en torno a lo que publicaron los medios. Lo que no publicaron, por arte de magia, no existe. Las tres corrientes aludidas forman lo que se llama opinión pública.
¿Y cómo pretenden callar a la población y borrar así la opinión pública? Con ardides y mañas. Para identificar la opinión pública se necesita que la gente se manifieste. Lo que un país piensa, si no lo dice, es nada. Se trata de la colectividad expresándose. No solo en redes virtuales. Vale afirmar: no todo lo expresado forma opinión pública. Si los arreglos de transferencias de futbolistas en clubes europeos son bajo de agua ―a pesar de las críticas de hinchas enardecidos―, y si el tema no es visible para la mayoría, si no es un hecho social, no será catalogado de aquella manera.
Las opiniones se vierten en lugares o espacios concretos, aparte de en los citados, en sitios de comunicación interpersonales: mercados, autobuses, plazas, oficinas, escuelas, fábricas, o en casa. Con el famoso virus y la exigencia de cuarentenas legales o ilegales, las posibilidades se redujeron a lo mínimo. Se nos amordazó, se nos pidió distancia social para quebrar la interacción, y se nos confinó a ser entes sin sentido de colectividad.
Si solo se puede opinar en casa y no se socializa con los amigos del barrio o la ciudad, no hay corriente de opinión. Si nos atenemos a las redes virtuales, inundadas de cuentas falsas, y operadas por ideólogos del poder con agendas exclusivas…Prrrrrrrfff (ruido despectivo, de un cachinflín soplado) … Lo próximo tal vez sea la clasificación de voces que reflejen colectivismo de «en desuso». Nos van a prohibir que emitamos juicios. Que escribamos. Que cantemos. Van a intentar estoquearnos con el estribillo: «Te ves más bonito cuando estás callado».