Un año más sucede la lluvia de felicitaciones en el Día Internacional de la Mujer, es de claro desconocimiento el motivo por el cual se determinó tal fecha. El #8M marca una importante línea de lucha entre ser objeto y sujeto de derechos humanos a nivel internacional y nacional, representa un antes y un después del reconocimiento de los derechos humanos de las mujeres por el simple hecho de ser personas, por lo tanto cada #8M debe ser motivo de reflexión de los avances y retrocesos que hemos tenido como mujeres y más que eso, lograr compromisos serios de parte de los actores que conforman nuestra Democracia. 

En un régimen democrático la distribución del poder es fundamental. El objetivo principal de una Democracia es garantizar la igualdad de derechos y esto se refiere no a otorgar privilegios como se ha malentendido sino a tratar bajo la lupa del equiparamiento de oportunidades y en el acceso a una calidad de vida digna independientemente la condición económica, educativa, de salud, de vivienda, en el ámbito laboral, en la participación política, entre otras áreas importantes para el desarrollo humano sostenible y sustentable de todas las personas. 

Se trata de OPORTUNIDADES y de ACCESO, pero actualmente sucede lo opuesto. Uno de los indicadores alarmantes es la participación política de la mujer, siendo el indicador peor evaluado del país según el Reporte Global de Disparidad de Género, del Foro Económico Mundial (FEM) 2018 y 2019, debido a la ausencia de mujeres en posiciones de liderazgo relevantes dentro de esta esfera. Cuando hablamos de liderazgo debemos entender no únicamente estar presentes en un cargo de toma de decisiones sino que efectivamente estas mujeres tengan la facultad jurídica y legítima de tomar decisiones independientes sin afrontar consecuencias políticas partidarias y menos de alguno o varios tipos de violencia. 

En el 2020 si bien se han dado algunos avances en el tema de gabinete y de parte del Presidente Nayib Bukele desde que asumió el 1 de junio de 2019 de  designar gran parte de su gobierno en las cabeceras de Ministerios a mujeres, es un hecho relevante sin duda y sin precedente también, es de reconocer la importancia que ha dado en este aspecto a mujeres líderes. Lamentablemente el ejecutivo forma una parte nada más de todo el Sistema Político salvadoreño lo que conlleva a tener una deuda pendiente de toda la estructura política que data de muchas décadas atrás, lo que conlleva a la necesaria actualización no solo de las leyes sino de la conformación política actual, ya que es ahí donde se toman las decisiones importantes que nos afectan directamente. 

Sobre esta actualización tengo un reclamo muy fuerte a todas las mujeres que forman parte de la actual Asamblea Legislativa pues a pesar de haber conformado la Comisión de la Mujer y Igualdad de Género no han tenido un trabajo representativo de las mujeres dentro de dicha institución un claro ejemplo es la reforma para incorporar la violencia política hacia la mujer dentro de la Ley Especial para una Vida Libre de Violencia y Discriminación contra la Mujer (LEIV) están varadas desde hace 1 año y tampoco dicha Comisión le da movimiento ni siquiera forma parte de las agendas individuales, todo esto denota el nulo compromiso de las legisladoras que se supone deben velar por los derechos de las mujeres en su totalidad. 

Porque se dice mucho y se hace tan poco, la violencia contra la mujer es estructural, visible porque existe en todas sus formas: simbólica, psicológica, acoso sexual, cyberdelitos, violencia política, entre muchas otras formas, pero al mismo tiempo invisibles ante mujeres que teniendo el cargo de decisión para contribuir a la transformación política de la mujer no lo hacen, me atrevería a decir que conscientemente sucede y me remito a las evidencias. 

Es de reconocer el trabajo de las organizaciones sociales, lideresas comunales, estudiantiles, de diversas asociaciones de derechos humanos y referentes en todas las áreas que mantienen viva la llama de la lucha por la reivindicación de nuestros derechos. Falta mucho trabajo por hacer pero no debemos cansarnos hasta lograr la igualdad de oportunidades, en el acceso a todos los ámbitos y ser reconocidas por nuestra capacidad, por lo que somos capaces de hacer y dejar de ser juzgadas inferiormente incluso por algunas mujeres que no están sensibilizadas con el objetivo genuino que tenemos por las que nos antecedieron, por las que estamos y por las que vienen. 

Lo único que queremos son nuestros derechos humanos en su totalidad, este es el verdadero significado del #8M por nuestras niñas, adolescentes y mujeres de El Salvador.

Ines Martínez
Lic. en Relaciones Internacionales

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