CUENTO INFANTIL: “El lienzo que quería ser un abstracto atardecer”.

Cierto día un lienzo en blanco se cansó de estar guardado en una bodega, quería proyectar con mucha convicción, la esperanza y la tranquilidad de un atardecer. Quería ser lo último que vieran los ojos cansados de una larga jornada de trabajo antes de irse a dormir, pero no sabía dónde comenzar su propósito; tenía que pedirles ayuda a los pinceles, acrílicos y a las manos artísticas que volvieran su sueño realidad.

Se acercó entonces el lienzo a los pinceles y con gran emotividad exclamó: – “Amigos lienzos de diferentes grosores y formas, ayúdenme a ser un cálido atardecer ¿no sé por dónde comenzar?, les pido por favor me permitan ser más que una utilería, para llevar un poco de alegría a la pared de esa habitación gris y sin vida, de aquel buen pensador”.

Los lienzos con mucha emoción, aceptaron el reto y se fueron corriendo donde los acrílicos para contarles la proeza a realizar, con gran efusividad, entonces expresaron: – “Queridos acrílicos, para lograr el propósito del lienzo debemos crear una hermosa paleta de colores, en diferentes tonalidades, combinando los colores típicos del atardecer. Y el color favorito del buen pensador, ¿saben ustedes cómo podemos lograrlo?”.

Los acrílicos guardaron silencio un momento, reflexionando en la propuesta de los pinceles y muy pronto sus respuestas dieron: – “En efecto nos unimos a tan genial proyecto, conocemos el color favorito del buen pensador, sin lugar a dudas es el verde, ese maravilloso color secundario que surge de mezclar los primarios azul y amarillo, el buen pensador ama el contacto con la naturaleza, pues le proyecta esperanza y la esperanza es vida”.

Los acrílicos sin dudar, buscaron a las manos artísticas y le contaron tan genial idea; las manos artísticas se llenaron de emoción con la idea de poder crear una obra para los ojos del buen pensador y con prisa inspirativa les respondieron: – “Un lindo atardecer debemos pintar, pero para hacerlo aún más interesante, deberíamos realizar
una combinación de colores complementarios, proponemos el rojo y el verde. Debemos utilizar colores cálidos para esas noches frías que restan descanso al buen pensador”.

Entonces, con gran sutileza, alegría y dedicación comenzaron en el lienzo a realizar el producto de la imaginación; junto al rojo, blanco y amarillo realizaron diferentes tonalidades naranjas típicas de los atardeceres, junto al verde y blanco desarrollaron diversos tonos de ese maravilloso color favorito del buen pensador. Fue una fascinante explosión de colores primarios, secundarios y terciarios.

Todos llegaron al acuerdo de que sería una sorpresa especial, con la pandemia los ojos del buen pensador últimamente estaban muy tristes y al final de cada día lucían muy cansados. En armoniosa complicidad colocarían el cuadro en la pared de su habitación, para causarle un momento de felicidad cada vez que decidiera un sueño tomar.

Las manos artísticas pensaron en pintar un árbol, con montañas de fondo, pero ¿cómo hacerlo? era la duda; los acrílicos intervinieron y respondieron: – “Debe ser la silueta de un árbol, en color negro pues anuncia el silencio del anochecer, pero debemos inyectar alegría, pintarles hojas en color morado y blanco para recordar la armonía de las flores”.

Y así, las manos artísticas al tener listas todas las combinaciones, se dispusieron a pintar con la típica sutileza que apasiona al arte, primero sobre el lienzo pintaron la degradación de las diferentes tonalidades verdes y naranjas. Mientras la pintura se secaba, las manos artísticas invitaron a la voz melodiosa para que deleitara a todos con una hermosa canción, así todos los pinceles, acrílicos, lienzo y manos artísticas bailaron al compás de tan bella voz.

Una vez la pintura secó, se dispusieron todos después de la diversión a continuar con la faena, con mucho cuidado, para no perder el delineado, pintaron la silueta del árbol, las montañas de fondo, las hojas y, por último, pero sin ser menos importante el sol del atardecer y el acrílico amarillo saltó entonces para tener su protagonismo.

Una vez el cuadro estuvo listo, todos de forma sigilosa para que el buen pensador no los descubriera, caminaron desde la bodega, atravesando el jardín y la sala de la casa. Afortunadamente el buen pensador estaba tomando un delicioso café en la cocina, eso les dio tiempo de subir las gradas sin problemas, hasta llegar a la habitación y colocar el cuadro sobre la pared.

Todos se quedaron escondidos bajo la cama, para ver la reacción del buen pensador, con el sumo cuidado de que nadie los descubriera, ¿qué clase de loco habla con pinceles, acrílicos y manos? Pensaron al unísono. Al anochecer, el buen pensador se dispuso a descansar, abrió la puerta de su cuarto y al encender la luz con grata sorpresa descubrió ese maravilloso cuadro de un atardecer abstracto, proyectando la energía y vida de las tonalidades naranja y la paz de la naturaleza a través del precioso verde.

Sus ojos sonrieron por primera vez en mucho tiempo y durmió en completa paz, soñando con espléndidas combinaciones y paletas de colores toda la noche; recargando felicidad para el nuevo día. Todos los acrílicos, pinceles y manos artísticas regresaron muy orgullosos a la bodega, al saber que su misión había sido un completo éxito.

“La imaginación vale más que el conocimiento”.

Albert Einstein.

Columnista: Luisa Maryel Toscana.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *