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Alejandro López Valdor.
Escritor de la diáspora salvadoreña en Milán
«El amor al dinero es la raíz de todos los males». Ésta frase es cierta, no porque lo dice la biblia, sino, porque lo testifica la historia. La primera y la segunda guerra mundial sucedieron a causa de la avidez de los pueblos europeos por acaparar los recursos naturales del continente africano, el cual no contaba con tecnología y armamento para defenderse de las potencias blancas, que se repartieron todo el territorio hasta llegar al conflicto extremo entre ellos, del cual la historia es testigo.
El delito de África era ser un continente rico en caucho, oro, plata, diamantes, petróleo, y una larga lista de otros recursos que los europeos perseguían a cualquier costo, y a causa de ello, el continente más rico muere de hambre hasta el día de hoy. Los Estados Unidos no necesitaba invadir físicamente África, porque tenía todo un continente exclusivamente para ellos, ya que con la doctrina «América para los americanos » hicieron de América Latina el patio trasero de su casa.
La edad moderna se caracteriza por depredar indiscriminadamente la naturaleza, de modo que, los bosques, los animales, el agua, la tierra y el subsuelo son vistos como instrumentos que generan dinero y no como ese conjunto de entes que se llama naturaleza, de la que también nosotros somos parte y con la cual debemos convivir en armonía, ya que éste es el único planeta que tenemos.
En el marco de éste planteamiento, quiero referirme a la efervescencia que en estos días está viviendo el pueblo salvadoreño, pues de manera insólita ha expresado un rotundo rechazo a la política del presidente Nayib Armando Bukele, quien hasta hace un tiempo gozaba de gran popularidad y aceptación entre la gente.
Cabe mencionar que Bukele tiene los méritos más grandes nunca alcanzados por ningún otro presidente en toda la historia de El Salvador, pues ha erradicado casi por completo el fenómeno de las pandillas, convirtiéndose así en un referente en política de seguridad en América Latina. Sin embargo, su credibilidad ha ido menguando constantemente a causa de varios factores, uno de ellos es seguramente el régimen de excepción, que en su tiempo dio los frutos que la gente tanto anhelaba, pues fue el instrumento que extrajo de la sociedad a las pandillas, que causaban muerte y zozobra a lo largo y ancho de todo el país. Pero ahora la realidad ha cambiado, pues las estadísticas y el mismo presidente aseveran que El Salvador se ha convertido en el país más seguro de todo el hemisferio occidental, y no obstante no da señales de interrumpir el régimen de excepción, y esto denota una incapacidad para gobernar sin hacer uso de la fuerza, y a la vez, un mecanismo de intimidación para callar las voces que no estén a su favor.
Otro de los factores que han contribuido a la pérdida de confianza popular es la manera en que ha manejado la economía. Los que confiábamos en su forma de hacer política esperábamos que pusiera sus bases en la agricultura y la ganadería, ya que la lógica nos dice que son esos los recursos con los que contamos y de lo que tanto tenemos necesidad, no obstante a habido un silencio sepulcral de parte del gobierno hacia estos sectores. El Salvador necesita urgentemente producir lo que consume para evitar la carestía, y sólo cuando el estómago de un pueblo está satisfecho puede aspirar a escalar otros peldaños como el avance tecnológico y otros motores económicos propios de los países desarrollados.
Sin embargo, el presidente ha querido apuntar muy alto y convertir a El Salvador en un milagro económico, apoyándose en una visión tecnológica sin que tengamos una población académicamente preparada. No llegarán empresas de relevancia tecnológica si no contamos con suficientes ingenieros y de primer nivel, además, no hemos visto que proponga una reforma al sistema educativo que permita formar a los nuevos profesionales con niveles de competitividad internacional. Muy criticado ha sido también por el costo de las multas de tránsito, pues son mucho más elevadas que en los países desarrollados, en Suiza por ejemplo, una multa por exceso de velocidad es de alrededor $50 y un obrero gana aproximadamente $200 al día, mientras que en El Salvador es de $150 y un obrero gana alrededor de $350 al mes. En éstas condiciones estamos bien lejos de convertirnos en un país de primer mundo.
Pero el punto de inflexión del pueblo ha sido sin lugar a dudas la reactivación en tiempo récord de la ley de explotación de la minería metálica, la cual dice el presidente que no contaminará, lamentablemente lo dice solo él, pues nunca ha sucedido que la minería metálica no contamine la tierra, el agua y el aire, y de consecuencia toda vida animal y vegetal.
Es motivo de orgullo ver a un pueblo unido en la defensa de su medio ambiente, y cada vez son menos los que apoyan al presidente, pues con sus propias manos está desgastando la imagen de líder carismático e inteligente que el pueblo tenía de él, al imponer un motor económico que abraza lo absurdo.
Creo que hay también otro factor por el cual la población ha tomado su distancia, y es a causa de su retórica, que en otro tiempo le dio muy buenos resultados, pues decía siempre lo que el pueblo necesitaba escuchar, pero ahora sus discursos tienen todo el sazón de la fantasía, como el padre que narra a su hijo un cuento porque quiere verlo dormir. Dice que Dios puso un tesoro de oro debajo de nuestros pies porque quiere bendecirnos, así como bendijo a los africanos, y que la minería no contaminará porque lo dice él y su palabra vale oro, que El Salvador se encamina hacia un país de primer mundo, aunque si no producimos ni siquiera lo que consumimos, y que todo lo que se dice en su contra no lo dice el pueblo sino, solamente la minúscula oposición.
Si el presidente Bukele quiere consagrarse en los libros de historia y dejar un legado que honre a su descendencia, deberá entender que el pueblo ha cambiado, y ahora puede discernir lo que en el siglo pasado escribió el poeta y escritor italiano Pier Paolo Pasolini, que: «no es lo mismo desarrollo que progreso «. El progreso consiste en mejorar las condiciones de la vida humana, ya sea en sentido moral como material, y esto se resume en «bienestar social « y por lo general es la búsqueda del pueblo, mientras que desarrollo consiste en la expansión de la economía, la tecnología, la infraestructura y el consumismo, y sus precursores son los industriales, los magnates, los hombres que quieren ser pastores y que el pueblo sea rebaño.
Si el presidente quiere de verdad sentirse amado y admirado debe cambiar su retórica y dirigirse al pueblo como quien habla con personas adultas y no con niños del jardín de infancia.
No sabemos cuál será el desenlace de ésta historia, pero creo que Nayib Bukele tenía razón cuando dijo que 《 ahora el pueblo se ha empoderado y no tolerará más que alguien se sienta el dueño de la finca, y quien así lo piense lo pagará muy caro 》…..el mundo es una rueda que gira….