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Por Alejandro López Valdor (Escritor de la diáspora salvadoreña en Milán).
Desde el histórico 5 de Mayo de 1789 cuando en Francia nació el concepto de izquierda y derecha nos hemos interrogado mucho acerca de lo que significa pertenecer a una u otra corriente política, y no es fácil definir los conceptos pues el panorama político e ideológico cambia en los diferentes contextos históricos, así como también en diferentes regiones del mundo.
A menudo quien defiende a una corriente acusa a sus antagonistas utilizando los peores ejemplos históricos o contemporáneos a disposición, de manera que quien es de izquierda acusará a la derecha de ser admiradores de Hitler, Musolini o Franco, mientras que la derecha a su vez acusará a la izquierda de idolatrar a Stalin, Kim Jong Un, o Maduro.
Estos últimos son injustamente asociados al pensamiento de Karl Marx, pues manchan la memoria del gran filósofo que como ningún otro hizo una crítica acertada al capitalismo y todavía vigente al día de hoy.
Uno de los líderes políticos más difíciles de identificar en una u otra corriente ha sido el presidente de El Salvador Nayib Bukele, pues pertenece a la burguesía pero con raíces ideológicas de izquierda, heredadas seguramente de su padre Armando Bukele Kattán.
Cuando Nayib Bukele fue expulsado del FMLN y llegó a la presidencia apoyándose en un partido de derecha, dicha interrogante se volvió aún más controvertida y a menudo entrevistaban a críticos de la política para tratar de entender el perfil ideológico del presidente. Recuerdo en particular una entrevista del ya fallecido Dagoberto Gutiérrez, quien simplemente dijo 《con el tiempo él mismo nos lo dirá 》.
En cierta ocasión discutíamos sobre esto entre amigos y cada quien argumentaba sus puntos de vista. Por ese tiempo habían muerto cinco soldados a causa de un derrumbe por las fuertes lluvias y el presidente ordenó a un ministro de otorgar un seguro para sus familias, que cubriera gastos de vivienda, alimentación y becas de estudio para sus hijos. En aquella ocasión concluimos que Nayib Bukele era de izquierda, pues no podíamos imaginar a Alfredo Cristiani, Calderón Sol, Toni Saca o Francisco Flores haciendo lo mismo, ya que estos presidentes de derecha fueron una lepra para el pueblo salvadoreño.
Sin embargo el comportamiento del presidente ha dado mucho de qué hablar, pues de su padre heredó el carisma y la inteligencia pero no la cordura, no obstante a pesar de sus deslices, el pueblo siempre lo ha apoyado y se escuchaban frases como «nadie es perfecto» o «todos cometemos errores «. Uno de los episodios en que muchos sentimos vergüenza ajena fue cuando entró con el ejército a la asamblea legislativa y se puso a orar, seguramente se dio cuenta del tremendo error y para resolverlo se retractó diciendo que Dios le había hablado.
En las últimas semanas Nayib Bukele nos ha confirmado ser de extrema derecha, pues ha renunciado a los valores con los que se identifica la izquierda, y me refiero a la izquierda de Nelson Mandela, Pepe Mujíca, monseñor Romero, Rutilio Grande, Ignacio Ellacuría, Roque Danton, y como ellos muchos otros que han puesto el bienestar social al centro de la política.
Armando Bukele Kattán defendió siempre al pueblo y acusaba abiertamente a las multinacionales del oro de causar daños irreversibles en la ecología, afectando así a muchas comunidades que ahora tienen que sufrir una contaminación perenne en los mantos acuíferos con sustancias altamente nocivas y mortales para la salud, y todo por el beneficio de unos pocos que carecen de escrúpulos. Irónicamente ahora resulta que el presidente Bukele es uno de ellos.
Fueron muchas las ocasiones en las que cerramos un ojo para apoyar al presidente, pero ahora para continuar apoyándolo tendríamos que cerrar los dos, pues basta tener un ojo abierto para ver su autoritarismo, su narcisismo, su falta de escrúpulos.
La minería metálica es un cáncer, una lepra, la peste negra para la población, no genera ninguna riqueza al pueblo sino solamente a los magnates que saquean los minerales del tercer mundo para que el primer mundo mantenga su hegemonía, y nuestra miserable clase política se vende por una porción de la torta.
Solamente alguien de extrema derecha está dispuesto a sacrificar la salud del pueblo y de la naturaleza en cambio de oro, y Nayib Bukele no dudará en desalojar enteras comunidades si algún técnico le dice que probablemente bajo sus viviendas hay una vena del precioso metal, pues como él mismo lo dijo e hizo jurar a muchos que no debemos renegar si nos da una medicina amarga, ya que él nunca se equivoca mientras que nosotros somos ignorantes.
El Salvador es un país densamente poblado y deforestado, con un gran déficit hidrico, Nayib Bukele está botando con los pies lo que ha construido con las manos.
Alejandro López Valdor